31/10/2024 La magia personal
Todos somos buenos en algo: nuestro pequeño talento personal, refugio y fortaleza contra los embates de la vida. En la escuela secundaria, la profesora de literatura de segundo año dividía su materia en secciones temáticas dentro de los días y horas asignadas. Una de las mañanas estaba dedicada al “Rincón del Ser”. Era un espacio de escritura para expresarnos libremente y conectar con lo más íntimo y personal, un lugar para bucear en nosotros mismos y descubrirnos. Ese era mi momento favorito, pero, en general, mis compañeras no lo tomaban tan en serio. Dado que casi todo era válido, algunas aprovechaban para reducir el esfuerzo, y escribían cualquier cosa, sabiendo que nadie podía juzgar lo subjetivo y que de todos modos aprobarían. También a muchas les costaba, y eso lo sé porque las ayudaba.
Todos deberíamos bucear alguna vez en ese rincón del ser para descubrir nuestro pequeño talento personal. Mi abuela tenía el don de la cocina; eso la ayudaba tanto a ella como a los demás. Alguna vez, estando triste y descorazonada, me refugié en el arroz amarillo que ella me preparaba, como una caricia de azafrán. Mi papá, por otro lado, tenía la capacidad de retener una cantidad infinita de números en su memoria, y si alguna vez perdía su agenda telefónica, la reconstruía de su puño y letra. Así que todos acudíamos a él en algún momento cuando olvidábamos o perdíamos el número de teléfono de alguien.
A mí me costó amigarme con mis pequeñas magias, sobre todo porque siempre me pareció que todo lo que se me daba bien carecía de utilidad o me abrumaba. ¿De qué me servía registrar lo que casi nadie notaba? Percibir, sentir, vibrar hasta con quienes no estaban presentes y entender de un modo que no podía traducir en palabras. Mi cuerpo reaccionaba de manera descontrolada a todo; entendía antes que mi razón, pero después que mi alma. Todo esto era muy confuso para mí, pero con el tiempo las cosas se fueron acomodando y encontré dónde desplegar esas pequeñas perlas que me fueron dadas.
La tarea creativa se me da bien. Ahí me encuentro y puedo ayudar a otros a encontrarse. Al menos sé que, cuando todo está oscuro, si abro esa puerta, del otro lado hay luz, y me espera mi mejor versión.